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Duende Flamenco / Desde Bruselas.

Angustia existencial

Aveces uno - ya harto de tanta "platicación" y charlas altamente distraidas pero sin ningún fin esencial dentro de la esencia misma del cante - se da la vuelta hacia escritos que aveces nos alumbran en el enigma de la esencia misma del arte jondo.
Flamencología de Ansemo Gonzalez Climent es un libro que me gusta hojear cuando me encuentro en ese estado "borderline" en el que aveces te dejan algunas charlas.

El caso es que el buen aficionado quiere entender la fidelización a la que lo reduce el género jondo.
Estado de angustia.
Estado de querer comunicar algo al mundo y los demás aficionados.
Estado de trance con el cantaor.
Estado casi de confesión de una juerga con duende,...
De todo esto nos habla Anselmo en su libro.
Lean:

La angustia flamenca -que es metafísica y no clínica, que es filosófica y que no sublima patología alguna del alma- desemboca en dialogo ofertivo, en sociabilidad metafísica por así decirlo.. Los flamencos con fluidez maravillosa se comunican y se entregan sus mundos, en un nivel ajustadísimo de compresión, en un nivel perfecto del saber brindarse y recobrarse a través de la expansión jonda de la angustia. Pero nada más espontaneo que este tipo de transferibilidad.
Los cantaores flamencos, los flamencos en general, no son mónadas irreductibles, como las que quiere ceñir el existencialismo. Los existencialistas son postulativamente incomunicativos, a riesgo, según ellos, de menguar la carrera que lleva a la existencia auténtica. Llegan a dogmatizar, con sentido irredimible, la actitud solipsista. Inexistencialismo se ha llamado al existencialismo a fuerza de desabovedar la fe comunicativa del hombre con una larga y negra cadena de supresiones negativas. Nada más lejos de la incomunicación radical postulada por la psicología existencialista que el cante flamenco. El cantaor cultiva un profundo sentido de lo humano convivido y convivible. (La única afinidad entre existencialimo y jondismo es la común tendencia hacia una "concepción dramática" de la existencia. En el tono dramático se aproximan. En el tono ético y psicológico, difieren. Están en el mismo tono de partida del drama humano -de ahí la universalidad inicial de la angustia en la raiz de toda metafísica, y de ahi la fuerza de universalidad consecuente del cante- ; pero toman caminos antropológicos contrapuestos, los más ejemplarmente contrapuestos.)
La angustia flamenca se canaliza a sí misma, purificándose en la comunicación expresiva y sincera del cante. No hay ser popular tan apto para esta virtud de interiodidad-exteriodidad, de entrega y posesión, como el sujeto flamenco. Hace del cante una verdadera actividad confesional de comunión metafísica -siempre que no influya un esteticismo a todo caño, como se da a las veces en cierto cantaores no suficientemente poseidos de jondura-. Los flamencos (más concretamente los cabales) quedan, gracias al cante, imbricados en un estado común de simpatía metafísica, en el plano perfecto de la "situación dialógica" . Constitúyese esta virtud como lo que bien podríamos llamar el valor redentivo del cante flamenco. Nada más universal al fin que el grito plástico.

1 comentario

Raquel -

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